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Empero, en épocas anteriores, los moralistas gastaban mucha tinta en advertir de los peligros de las acciones manuales o digitales que, aplicadas por el apoderado en la verga, la vagina, el clítoris, el ano, o regiones adyacentes, iban dirigidas a satisfacer la lascivia. Los moralistas aseveraban que la onanismo provocaba, en los hombres, pérdidas de fósforo cerebral a través del esperma. Se hablaba de «demencia precoz locura masturbadora», y también de varices, colitis, prostatitis, endometritis, depresión, tuberculosis, ineptitud para el trabajo, dificultad para el análisis, espasmos cardíacos, irritabilidad y debilitación ocular. Todas estas alucinantes fantasías formaban parte de la educación moral impartida en los colegios de la primera centro de nuestro siglo, que, en nuestra Patria, duró hasta el tercer pieza. La «patología» de la masturbación servía de argumento propagandístico para uso de los buenos padres de familia, y de los santos varones y mujeres que nos educaban en los colegios religiosos de la época. En el caso que nos ocupa, necesidad de masturbarse. En ciertos casos, la onanismo adictiva puede sustituir otras actividades sexuales. Hay personas que solamente son capaces de satisfacerse sexualmente mediante la onanismo, y dejan de interesarse por las relaciones interpersonales. Masturbarse es algo accepted y debe ser satisfactorio.

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Hace unos años, un amigo me dirigió al blog de un joven llamado Lucha contra la masturbación y la pornografía. Era el nombre del blog, no del joven. Este confuso arrapiezo, un cristiano de apenas 17 abriles, estaba en un claro conflicto consigo mismo respecto a sus propios impulsos sexuales. Ante la gravedad del guión, en lugar de trolearle en los comentarios, que es lo que se hace hoy en día, en la internet joven e idealista de entonces lo que hicimos fue juntarnos unos cuantos amigos de diversa condición collective y sexual y abrir un challenge blog; lo llamamos Lucha contra la lucha contra la masturbación.